26 de enero de 2012

Caza de brujas

*A Gonzalo, como amigo, novio y asesor literario en funciones. Gracias por tus consejos y por ayudarme siempre a mejorar. No cambies nunca. Te quiero.

P.D.: La entrada anterior ha sido borrada por motivos puramente literarios.

Fue una gris mañana de Mayo. Concretamente el 13 de Mayo de 1834. Una fecha curiosa para alguien como yo, si os dais cuenta. El día de la Virgen de Fátima. Pero… ¡ay, que boba! Perdonadme… si es que aún no me he presentado, normal que no comprendáis por qué es curiosa la fecha. Pero es igual, acabo de decidir que no diré quién soy, eso lo iréis descubriendo vosotros, sólo diré mi nombre, que me parece una falta de respeto hablaros sin que siquiera sepáis mi nombre. Me llamo María Magdalena. Ya, ya sé que con eso no os doy ningún detalle para saber mucho más de mí… pero no quiero que me prejuzguéis, no quiero crearos ideas preconcebidas. Prefiero que me descubráis poco a poco, según voy contando mi historia. No soy quien dicen que soy, pero quizás tampoco sea quién creo ser.
Pero bueno, creo que ya os he aburrido bastante. Ya va siendo hora de comenzar a contar mi historia.
Todo empezó el 6 de Junio de 1806. Yo era la pequeña de siete hermanos. En el pueblo se decía que yo era hija bastarda, porque mi padre era un hombre que se hacía respetar (dejando a un lado los métodos que utilizaba) y dijo que cuando yo nací, llevaba años sin hacer uso del matrimonio con mi madre. Pero ella siempre aseguró que no había conocido más varón que a él. Y yo siempre la creí. Fue este día, el que digo que todo empezó, cuando yo tenía apenas seis años de vida, cuando mi madre fue acusada de adúltera por la “Santa” Inquisición y fue ejecutada.
Mi padre se hizo cargo de mis seis hermanos a partir de ese momento, pero de mí no. Dijo que no tenía por qué hacerse cargo de mí, que yo no era su hija. Y me abandonó a mi suerte, sin más consuelo que un mendrugo de pan que no me duraría demasiado tiempo. No tenía tíos, ni primos, ni abuelos… No tenía familia. No tenía a nadie.
Pasada una semana ya ni siquiera pensaba en mi madre. Sólo pensaba en encontrar un sitio caliente donde dormir y algo de comida. Fue entonces cuando se me ocurrió. Me acordé de Pandora. Esta mujer fue la única amiga que tuvo mi madre, pero se dejaron de ver cuando yo tenía tres o cuatro años. Aun así, me acordaba de dónde vivía y no dudé en ir hasta allí, pero la casa estaba abandonada y, según decían los vecinos, embrujada. De la poca gente que pasó por allí en todo el rato que estuve esperando, nadie sabía dónde había ido a parar Pandora. De hecho, nadie sabía quién era Pandora. Pero algún alma caritativa que pasó por allí me dio algo de pan para comer, y pasé la noche en la puerta de la casa de Pandora. Tenía el presentimiento de que en esa casa seguía viviendo alguien y, como cabía esperar, ya que mis presentimientos nunca fallan, alguien salió de la casa esa noche. Yo, con mi inocencia de una niña de seis años, acompañada de una madurez extraordinaria para mi edad, me acerqué al hombre que salió, que se parecía muy sospechosamente a mí y al menor de mis hermanos, y le pregunté por Pandora. El hombre, que al parecer también advirtió el parecido, no pudo evitar dejar salir una pequeña y efímera sonrisa y me hizo pasar a la casa. Me dijo que esperase un momento, que enseguida avisaba a Pandora, que era mejor que hablase con ella.
Me quedé esperando en una sala enorme. Una sala muy extraña. Nunca había visto nada así. Había una chimenea con un caldero al fuego, que estaba cociendo un líquido rosado. Encima de la chimenea había una serie de frasquitos ordenados por colores, y con unas etiquetas donde ponía unos nombres entre los que reconocí algunos, de haberlos leído en libros de mi madre, como miel de cola de lagarto o salsa de pelos de gato negro. Alrededor de toda la sala, había varias vitrinas numeradas, con frascos ordenados de similar manera, aunque algunos sin etiquetar. También había una especie de asientos hechos con paja, que eran muy cómodos, comparados con las tablas duras que había en mi casa. Además, había una serie de objetos un tanto estrafalarios que no habría sabido como describir en esos momentos.
Después de largo rato esperando, por fin llegó Pandora. Lo primero que me dijo es que ya se había enterado de la trágica muerte de mi madre. Después me estuvo explicando por qué tanto misterio, por qué la gente pensaba que la casa estaba deshabitada, y por qué era su hermano quién, con sumo cuidado y siempre de noche, salía a por todo lo que pudieran necesitar: Pandora estaba perseguida por la Inquisición, como le pasó a mi madre, con la diferencia de que a Pandora la acusaban de bruja. A pesar de que habían registrado la casa varias veces, no la habían encontrado por una sencilla razón, el suelo era, en realidad, un falso suelo. Debajo había otra casa, que era donde realmente vivía.
También me contó que era cierto, que era una bruja, pero que no era cierto que las brujas fueran feas (ella era realmente guapa), que tuvieran una verruga en la nariz, ni que volaran con escoba. Me explicó que el único don que tenía (si se le podía llamar así), era que tenía fuertes presentimientos, como su hermano (y como yo).
Luego le pregunté por todos esos frascos, y me dijo que una vez hechos los registros, cuando ya los inquisidores estaban completamente seguros de que allí no vivía nadie, arriba hacía sus potingues, porque necesitaba la chimenea. Los inquisidores no habían vuelto a registrar la casa, a pesar de que se veía el humo, a veces blanco, a veces negro, porque se habían asustado, ya que no creían que pudiese vivir alguien allí. Los potingues que hacía tenían propiedades curativas y frenaban el envejecimiento, entre otras muchas cosas.
También pregunté acerca de mi parecido y el de mi hermano con el hombre con el que había estado antes, y me contestó que ese hombre, aparte de su hermano, era mi padre, y también el padre de mi hermano. Al parecer, el hombre que hasta hacía aproximadamente una semana había ejercido la labor de padre (o eso había creído yo), pegaba a mi madre, y la única forma que tenía de librarse de él era teniendo un hijo de otro hombre, para lo que llevaron a cabo una técnica conocida en la familia de Pandora desde hacía varios años. Se trataba de introducir el semen de un hombre en una mujer mediante un extraño artilugio, para que ésta pudiera quedar preñada sin necesidad de acostarse con nadie. Por tanto, como yo presentía, mi madre había dicho la verdad en todo momento, no había sido adúltera. Tuvieron que llevar a cabo esta práctica dos veces, ya que la primera vez, de la que nació mi hermano, mi madre fue violada por mi  padre al llegar a casa. Fue unos años después cuando lo hicieron por segunda vez. Yo nací fruto de ese segundo intento. Pero mi padre, en vez de irse de casa y dejarla en paz, como ellas habían pensado, la denunció a la Inquisición. Y, como era de esperar, mi madre no pudo demostrar su inocencia. Pandora y ella tuvieron que dejar de verse, ya que Pandora ya estaba en la lista negra, y no querían ser relacionadas. Por tanto, ese hombre, Caín, era mi padre, y Pandora era mi tía.
Después de todo esto, me dieron algo de comer y me llevaron a una habitación que, a partir de ese momento, sería mi habitación.
Al día siguiente, me contaron que a su madre le encantaba todo lo que tenía que ver con la brujería, y que había sido ella quien les había enseñado casi todo lo que sabían, y que fue ella quién les puso esos nombres, Pandora y Caín, que representaban el mal en distintas religiones, no porque fueran a ser malos, sino porque la sociedad les tacharía como tal, y era una forma de burlarse del resto. Aprovecharon también para contarme el motivo de mi nombre, María Magdalena, que, indudablemente, tiene mucho que ver con la otra María Magdalena; supongo que conocerán la historia.
Después de largas y abundantes conversaciones, acordamos que me quedaría a vivir con ellos, aunque ya los tres llevábamos tiempo dándolo por hecho. Estuve allí muchos años, hasta 1834, tiempo en el que me enseñaron todo lo que sabían, y descubrimos otras cosas nuevas. Caín murió en 1832, por culpa de una extraña enfermedad para la que ni Pandora ni yo pudimos encontrar remedio.
A partir de entonces, comenzaron los problemas para Pandora y para mí. No sabíamos ni dónde ni cómo conseguía él comida e ingredientes para los mejunjes de noche, así que una de las dos tenía que salir, con cuidado supremo, de día. Pero Pandora no podía salir, así que me tocó a mí. Por aquel entonces yo tenía 33 años, aproximadamente la misma edad que tenía Pandora cuando la empezaron a perseguir, y ninguna de las dos nos dimos cuenta de que me parezco bastante a ella. Por culpa de nuestro parecido, un viejo inquisidor me siguió hasta casa y lograron encontrar a Pandora.
El 13 de Mayo de 1834, cortaron la cabeza a Pandora, y yo tuve que salir del país como pude para no correr la misma suerte.
He tenido dos madres, y las dos han sido asesinadas. He tenido un padre que me abandonó, y otro que murió. A pesar de todo, no he tenido tan mala vida, y no me arrepiento de nada, ya que arrepentirse sólo sirve para perder el tiempo.
Ahora, 6 días, 6 meses y 6 años después, estoy en Francia, donde la brujería no está mucho mejor vista que en España, pero sin levantar ningún tipo de sospecha, tumbada en una cama, con síntomas muy similares a los de mi padre unos días antes de morir, esperando mi hora, para volver a reunirme con mi madre, con mi padre y con Pandora.
Supongo que ahora comprenderéis esas coincidencias de las que hablaba al principio: mi nombre y la fecha en la que ejecutaron a Pandora, aunque no son las únicas coincidencias espirituales, también está en los nombres de Pandora y Caín, en la fecha en que ejecutaron a mi madre, 6-06-1806 (666), y en la fecha de hoy, 6 días, 6 meses y 6 años después de la muerte de Pandora, de nuevo el número satánico.

19 de Febrero de 2009.

2 comentarios:

  1. ¿Qué se puede decir ante algo así? No queda más que rendirse a la evidencia y felicitarte. Increíble historia para una increíble escritora, cuyo mérito no reside sólo en la originalidad del cuento, sino en generar un mundo en torno a un único personaje, escenario o suceso determinado, dotarlo de vida e introducir al lector en la narración, en muchos casos, como uno más de sus personajes, viviendo los hechos prácticamente en primera persona. Pocos son los autores que atrapan de igual forma al lector en su narración, y tú sabes hacerlo como nadie, Noelia.

    Me encanta el comienzo de la historia. Sabes crear las expectativas necesarias para que no sea posible apartar los ojos del texto, para que el lector necesite seguir leyendo, para saber cómo continúa esa historia que tan magníficamente bien está hilada y, por último, para conocer el insólito desenlace del que has dotado a la narración.

    Caza de brujas bien podría competir en cuanto a magnificencia con cualquiera de las novelas que mes a mes vemos como número uno de ventas en las librerías. Y si bien es cierto que mi opinión aquí podría resultar un tanto subjetiva, de igual forma sabes que son muchos los lectores que han ensalzado este relato como una de tus obras principales y han reconocido que es algo distinto a lo que suele verse en autores de corta edad que se están iniciando en el mundo de la escritura. No es solamente un relato, es mucho más que eso.

    Tienes talento, Noe, no me cansaré de decírtelo. El trabajo de escritor (entiéndase como profesional), sabes que es muy duro y que en muchas ocasiones no se obtiene recompensa ni reconocimiento en relación al esfuerzo y sacrificio depositados, pero debes seguir siendo constante en tu dedicación y creo que jamás deberías descartar emprender algún proyecto serio relacionado con este ámbito. Hay quien tiene madera de escritor y quien no, y tú la tienes.

    Con respecto a la dedicatoria, no sé qué decirte, gracias por todo, eres la única persona capaz de emocionarme… Y por supuesto que siempre te apoyaré y te aconsejaré, aunque yo no te ayudo a mejorar, lo haces tú sola. Continúa así, porque tienes un gran futuro por delante. Te quiero.

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  2. Muchísimas gracias, Gonzalo. Te doy la razón en que esta es una de las historias más elaboradas que tengo, aunque aún le queda muchísimo trabajo para llegar a ser tan magnífica como tú dices.

    Desde hace mucho tengo idea de hacer una novela basándome en este relato, ya lo sabes... Pero de las ideas a los hechos, hay un gran camino que recorrer, y es un camino que recorreré a tu lado, pues no podría conseguir algo así sin tu apoyo. Muchas veces he dicho que quiero que esto sea el fruto de mi primera novela... pero no. Creo que no es lo adecuado. Creo que debería coger algo de experiencia antes de meterme en un camino tan complejo, porque quiero que esta sea la mejor novela que muchos hayan leído nunca. Porque quiero que esta sea MI novela, TU novela, NUESTRA novela.

    Por otra parte, sé que mi respuesta se ha hecho esperar y lo siento... Pero es que es difícil saber qué decir ante tales palabras. Muchísimas gracias por todo, Gonzalo. No podría hacer nada de esto sin ti -aún habiendo escrito el relato antes de conocerte-.

    Te quiero, Gonzalo. No lo olvides jamás.

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