1 de febrero de 2012

Las aventuras de "El dragón rojo"

*Regalito especial para Sergio, que hace un año y pico, sin apenas conocernos, me dijo que lo había leído y le había gustado mucho :) Espero que con dedicatoria incluida te guste un poco más ^^

Ya estaba muy cansado de estar siempre en una estantería, sin moverme, sin conocer a nadie nuevo, sin que nadie me cogiera ni me leyera. Así que tomé una decisión. Sería difícil y doloroso despedirme de todos mis compañeros, pero estaba malgastando mi vida y había que poner una solución.
Sigilosamente, para que el hombre que me leía de niño no se enterase, bajé de la estantería, cogí un post-it y un bolígrafo, y escribí: “Cógeme, léeme y vuelve a dejarme en libertad”.
Pasito a pasito fui a la calle y me senté en un banco a esperar. Muchas personas se sentaron a mi lado, pero no me veían, o me ignoraban. Yo intenté iniciar conversación con ellos, pero no me hacían caso. Estaba desesperado. Me di la vuelta para llorar boca abajo y que no me vieran la cara y, unos instantes después, un niño de unos 8 años se sentó a mi lado. El niño se quedó mirándome, yo sentía su mirada aunque no le viera, y me di cuenta de que lo que en realidad miraba era la frase “Recomendado a partir de los 8 años”.
-¡Mira, mamá! ¡Este libro está recomendado para niños de mi edad! ¿Lo puedo coger? Seguro que está bien, se llama “El Dragón Rojo”. ¡Y mira lo que pone en el post-it que tiene pegado!
-Deja eso Miguel, es una guarrería –contestó su madre, sin saber que me estaba ofendiendo-. ¿Cómo vas a coger algo que estaba tirado en la calle?
-Venga mamá, ¡por favor! Solo es un libro, no puede hacerme ningún daño. Además… siempre me estás diciendo que tengo que leer más… para una vez que quiero…
-Está bien… llévatelo si quieres…
-¡Gracias mamá! –dijo finalmente Miguel, con aires triunfantes y dando un sonoro beso a su madre.
Miguel y yo pasamos varias noches juntos. Yo le contaba mi historia y él me contaba sus reflexiones sobre ella. Nos hicimos muy amigos.
Cuando ya le había contado la historia, Miguel me llevó a su colegio, donde me leyeron todos los niños de su clase. Después de cierto tiempo, ya solo faltaba un niño, Jonathan, al que no le gustaba nada leer. Cuando Raquel, la última que me había leído, me entregó a él, éste me rompió un par de páginas. Me dolió mucho.
Sin embargo, le había picado la curiosidad y, cuando nadie miraba, me guardó en su mochila. Al llegar a su casa se puso a leerme, quería conocer mi historia a fondo y se puso manos a la obra. Aunque, por supuesto, antes de esa tarea, hizo otra que yo agradecí mucho: pegó las páginas rotas con celofán, y con una maña increíble.
Al final nos hicimos tan amigos, que no volvió a dejarme en libertad, porque el mismo me leía y releía siempre que tenía ganas. Ahora son sus hijos quienes lo hacen, y espero que algún día sean sus nietos.

2 de Agosto de 2010.

3 comentarios:

  1. Parece que retomas poco a poco la escritura, enhorabuena!
    Es una pena que los cursos no se vayan a renovar. Tendremos que buscarnos la vida en la escuela Fuentetaja o en Hotel Kafka o similares.
    Por cierto, he puesto tu blog relacionado en mis enlaces del blog.

    Aparte, échale un vistazo a las webs de publicar relatos que mandó la profesora. Y fuérzate a publicar, así escribirás más!

    Un abrazo Noe!

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  2. Muchas gracias! De las páginas que mandó, conozco la mayoría y he seguido quedándome con TR, a pesar de que ahora tampoco entro mucho...
    Por lo demás, escribo lo que puedo, aunque no todo merece la pena ser publicado jaja
    Aquí, si no tengo material nuevo, voy publicando antiguo, a ver si empiezo otra vez las clases y en una de estas aburridas escribo algo en condiciones jaja.

    Un saludo! :)

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  3. Una bonita historia. Los libros que están en la estantería sin leerse terminan por morir, es mejor que huyan y busquen amigos como este libro. Muy bueno. Contado como con mucho cariño, un relato que se me antoja muy simpático.

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