27 de agosto de 2012

Mi Mediterráneo.


 *Tras las largas vacaciones que me he tomado, presento el segundo relato que escribí, hace ya casi cinco años. Espero volver a publicar con más asiduidad; empiezo la universidad la semana que viene y mi vida volverá (o eso espero) a la normalidad.

No hay ninguno igual… Sus aguas, sus arenas, sus brisas, sus amaneceres y atardeceres… He visto tantos mares, tantos océanos… Pero ninguno es como el Mediterráneo. Allí, en el Mediterráneo, he pasado los momentos más importantes de mi vida. Allí corrí mis juergas, me enamoré por primera vez, reí, lloré, morí y volví a nacer una y mil veces. A él le debo mi vida. Lo he visto en el Levante español, en Italia, en Grecia, en Turquía… y en muchos sitios más. Y en todos ellos es igual de maravilloso.
Pero creo que tengo que dejar de enrollarme, ya que podría pasar horas hablando sobre él, y no tengo demasiado tiempo. Yo soy Zaira. Tengo ya 64 años y como no tengo nada que hacer en estos momentos, os contaré una breve historia de mi vida en el Mediterráneo:

Por aquellos tiempos vivía en Formentera. Aquella mañana de hace tantos y tantos años (poco menos de 50) decidí plantar cara a mis miedos y enfrentarme a mi realidad. Decidí hacer las cosas bien por una vez en la vida. Me había levantado temprano y, nada más desayunar, me dirigí hacia el instituto. Estuve toda la mañana bien atenta, y lo cierto es que noté resultados.
Por fin le vi por el pasillo, y le di la nota que tan cuidadosamente había escrito, que decía lo siguiente:

Si quieres hablar conmigo, esta tarde a la salida de clase en la orilla del mar, donde siempre. Te estaré esperando.
Zaira.

Me quedé mirándole a escondidas y vi el gesto de euforia que transformó su cara al leerlo. En ese instante supe que sentía lo mismo que yo, y tenía ganas de gritarlo a los cuatro vientos.
Por fin llegó la hora. Estaba histérica cuando le vi aparecer. Llegaba algo tarde, pero en seguida comprendí el motivo. Llevaba un enorme ramo de jazmines (mi flor favorita) y sólo dijo una frase cuando apareció:
- Pensé que nunca lo harías, pequeña –y me besó.
Aquel beso fue el primero para mí, y jamás lo olvidaré.”

Gracias a esa mañana, ahora estoy felizmente casada, con tres maravillosos hijos y cinco maravillosísimos nietos, a quienes, por culpa de este cáncer que me está matando, habré de abandonar sin mucha tardanza. Gracias a Dios, sé que nunca me olvidarán, y que volveré a reunirme con ellos.
5 de Noviembre de 2007.