16 de enero de 2012

Aquella noche

Aquella noche me besaste tú primero. Solías dejar que te besara yo cuando te acompañaba a casa por las noches, a modo de despedida. Yo siempre intentaba algo más, pero tú te hacías la tonta. Te dabas cuenta, lo sé, pero te encantaba sentirte tan deseada.
Fuimos a la inauguración de una exposición y tú te pusiste el vestido negro. Sabías que me pondrías cachondo sólo con verte, con ese atrevido escote sin sostén. Yo estaba sediento de ti, hambriento de tu cuerpo. Se te marcaron los pezones al salir de casa, hacía algo de frío. Te presté mi chaqueta.
Pasaste toda la noche contoneándote y hablando con todos los hombres que te cruzabas; pretendías ponerme celoso y cegarme de deseo. Acabé por quedarme quieto en una esquina, bebiendo champán y comiendo canapés mientras te observaba reír con otros y mirarme sugerente de vez en cuando.
Creía que esa noche sería como todas. Al final te acompañaría hasta la puerta de tu casa, te besaría y, con suerte, te rozaría uno de tus perfectos pechos. Después volvería al coche y tendría que masturbarme para poder conducir hasta mi casa antes de que me reventara la polla.
Vivías sola, pero jamás me invitaste a entrar. Cuando iba a buscarte, si no estabas aún arreglada, me hacías esperar en la entrada. Yo intentaba buscar rendijas por donde observarte y, las pocas veces que lo conseguí, lo hiciste adrede. Cómo te divertía aquella situación, yo detrás de ti, como un tigre en celo. Me tenías totalmente dominado, y yo sin darme cuenta.
Pero aquella noche fue distinta a las demás. Aquella noche te convertiste en mi tigresa, me besaste cuando aún estábamos en el coche y me tocabas la pierna suavemente mientras conducía. Ya en la puerta, me dejaste pasar.
“Espera mientras me pongo un poco más cómoda”, dijiste, a la vez que me indicabas con un gesto que sirviese un par de copas de coñac. Ahí mismo, delante de mí, soltaste el broche del vestido, que se deslizó por tu cuerpo dejando al descubierto tus perfectos pechos. Lo único que te quedó puesto fueron las sandalias y ese culotte tan sexy, casi transparente.
Tan rápido como desapareció tu ropa, desapareciste tú tras la esquina. No tardaste en volver, apenas un par de tragos de mi copa, con una bata de seda que no tapaba demasiado. Me dieron tentaciones de irme desnudando en lo que venías, pero me controlé. Preferí que fueses tú quien me arrancase la ropa, a mordiscos si era necesario.
No te anduviste con tonterías, te sentaste a mi lado en el sofá, me quitaste la copa de la mano y empezaste a aflojarme la corbata mientras pasabas una pierna por encima de la mía. Yo te besé y te sentaste a horcajadas sobre mí, notando toda mi exuberancia entre tus piernas.
Me despojaste de mi ropa mientras besabas todo mi cuerpo y me acariciabas la espalda o el torso, haciéndome cosquillas con las uñas largas, pintadas de rojo, como tus labios. Yo cerraba los ojos y dejaba escapar algún pequeño gemido, jamás había sentido tanto placer y lo mejor aún estaba por llegar.
Llegado el momento, me empapé de tu sudor, recorrí cada milímetro de tu cuerpo con mi lengua, te hice retorcerte en la fina línea que separa el placer del dolor, te penetré con tanta fuerza que llegaste al cielo incontables veces.
Yo me enamoré de ti y quise tenerte en mi cama para siempre. Tú me despediste con un beso y “buenas noches”, dejándome abandonado como a un perro a la puerta de tu casa y no volviste a llamarme.
Yo, por orgullo, tampoco te llamé. Pero a día de hoy, ninguna mujer me ha dado tanto placer como tú. Sigo viéndote en cada exposición, en cada vestido negro y en los labios de cada mujer. Hoy vuelvo al lugar donde me quitaste la capacidad de sentir y de amar para volver a beber de tu cuerpo, para volver a ser feliz, aunque sólo sea, por una noche.

16 de Enero de 2012.

8 comentarios:

  1. Un bonito pensamiento de amor. Bonito, pero crudo al mismo tiempo. Me ha gustado mucho, está muy bien narrado ^^.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Andreu, se agradecen los comentarios :)

    ResponderEliminar
  3. Muy bien medido. Las frases así más brutales no llegan a desentonar, sino que se entregan al disfrute del relato. Aún podrías haber llegado más lejos -en todo, tanto en la forma de narrar, en lo que narrabas, en todo, pero no has perdido la elegancia. "Sigo viéndote en cada exposición, en cada vestido negro y en los labios de cada mujer. " Me gustaría que en vez de exposición pusiese "explosión", como algo anatómico, pre-orgásmico, de descarga. Buen relato, qué gusto ver nuevas palabras.

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias, Dani. Lo de exposición es porque "aquella noche" fueron a una exposición... xD Se podría incluir algo más físico -anatómico, preorgásmico- en futuras versiones revisadas...

    ResponderEliminar
  6. La inmersión en el relato es casi total debido a las detalladas descripciones que efectúas a cada momento, viviéndose cada escena como si estuviese llevándose a cabo realmente delante del anonadado lector ahora convertido por un instante en espectador. Me gusta el contraste de sentimientos y la decepción súbita que transcurre en una décima de segundo por parte del protagonista masculino… “Yo me enamoré de ti y quise tenerte en mi cama para siempre. Tú me despediste con un beso y ‘buenas noches’, dejándome abandonado como a un perro a la puerta de tu casa y no volviste a llamarme.” Está muy bien relatado y con un contraste de vocabulario dependiendo de la situación que, como bien ha dicho Dani, lejos de parecer discordante, aporta una nota de color a las armoniosas y plácidas palabras que rodean tales expresiones, estando siempre acorde con lo que se desea transmitir.

    ResponderEliminar
  7. Gracias, Gonzalo. Me ha gustado esa idea del lector como voyeur de la escena.

    ResponderEliminar
  8. Ahora que ya has terminado los exámenes, creo que todos coincidimos en que tienes que subir relatos más a menudo.
    Este es fantástico. Enhorabuena.
    Yaiza

    ResponderEliminar