Te busco y
no estás. Por más que te busque, que te llame, nunca vienes. Eres y estás
ausente, sobre todo en mi soledad. Eres la vil venganza de quien no sabe amar.
Te
busco entre los versos románticos de Lorca, te busco en los cuadros de Dalí,
Gala está en todos ellos y tú... no llegas. En intentos desesperados te busco
en las curvas de las siluetas femeninas y en las miradas lascivas de sus
dueñas. En ocasiones también en sus labios o entre sus piernas. Pero no estás.
Pruebo a buscarte en el fondo de mi quinta copa de vino, en la última calada
del puro. Y me canso de buscar. Rompo
con rabia el papel en blanco que habla sobre ti y entonces, sólo entonces,
cuando ya no te busco, llegas. Pero ya sólo me sirves para hacerme el amor a mí
mismo y dormirme, entre lágrimas, abrazado a las sábanas que aún huelen a ella.
2 de Diciembre de 2011.
Este relato resulta tan confuso como maravilloso, facultad que adquiere una vez es entendido, aunque hasta ese momento se presenta algo ambiguo. Para la autora, tal vez el concepto que acuna resulte obvio, pero para intentar dilucidar su verdadero significado se requiere una gran atención, análisis y, cómo no, cierta dosis de… inspiración. Y cierto es que una vez te has dado cuenta, surge la magia, aparece ante ti un nuevo texto que no habías visto antes, por muchas veces que lo hubieses leído, pues resultaba estar agazapado entre frases que hasta entonces parecían estar hablando de algo corpóreo. “No estás” tiene algo especial que lo hace único y que fascina a quien, antes o después, tenemos la posibilidad de comprenderlo en su totalidad.
ResponderEliminarMuchas gracias, Gonzalo. Eres el primero que se anima a comentar, a ver si con tu comentario das ejemplo a otros... quiero opiniones e interpretaciones de la gente a la que no se lo he explicado! jaja
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